Hola
amigos, ¿Cómo están? Yo muy bien. Hace unos días mientras escribía una nota sobre la
historia de las pasarelas, que si bien ya la terminé no la voy a subir hasta más
adelante, recordé una historia que al principio cuando me la contaron pensé que
era leyenda. Pero no fue hasta hace poco que algo me hizo pensar que lo que les voy a contar podía ser algo más real que
ficticia. Y dije ¿Por qué no compartirla con la gente? Y por eso hoy aquí se
las traigo. Y sin más preámbulo… comencemos.
Vivo
en una localidad de aproximadamente 60 mil habitantes, donde las historias
abundan y la digitalización recupera todo lo que para nuestros abuelos era el
pan de cada día. Una de las avenidas más transitadas y conocidas del pueblo, ha
sido casi en su totalidad remodelada y de los negocios que había hace más de
cincuenta años no existe ninguno en la actualidad. Pero si han quedado los
edificios, algunos fueron remodelados y vuelto a poner en funcionamiento. Pero quedaron
fotografías e historias que hoy siguen quedando.
Hace
años atrás, cuando cursaba lo que en ese momento era el séptimo grado de lo que
en ese momento era Educación General Básica (hoy primer año de secundaria básica),
tenía un maestro que impartía clases de Ciencias Sociales y Naturales que por
lo general nos contaba historias de todo tipo que no tenían nada que ver con
las clases que daba. Y como le gustaba inventar algunas de ellas o era un tanto
exagerado para contarlas, casi siempre no le creíamos. Un día menciono que en
nuestra ciudad llego a haber una tienda de ropa femenina en la que había mujeres
que trabajaban como maniquíes. ¡Si! Así como lo lees. Había mujeres que se
ganaban la vida paradas en una vidriera, inmóviles que modelaban prendas para
quienes pasaban por allí. Esa tienda ya no está, pero la edificación sigue
estando y hoy allí funciona una fiambrería.
Según
nos explicó el maestro, en ese entonces, sobre todo en Francia, era muy común que
las tiendas de ropa contrataban a mujeres (y desconozco que haya habido hombres
que ejercieran esta profesión) para que se vistieran con prendas que se
vendieran allí y se colocaran como maniquíes en las vidrieras. Y como la capital
argentina es conocida como la París americana y nuestro país está repleto de
inmigrantes, sobre todo europeos (y sin discriminar), muchas tradiciones,
costumbres o tendencias tenían que llegar a este lado del charco.
Ese
día regrese a mi casa al mediodía, pero no le conté nada a mis padres de esta
historia. Años más tarde, mientras contábamos historias de procedencia dudosa
durante la cena, decidí contar esta. ¿Quieren saber qué pasó? Bueno, van a
tener que ir a éste video para averiguarlo.
Yo
aquí los dejo, y nos vemos en el canal. ¡Saludos!
Sí que parece una historia inventada, pero muy loca jaja. Yo no podría trabajar de eso, me imagino que me empieza a picar acá y allá o que me canso de estar parada jaja. Saludos.
ResponderEliminaral principio me paso lo mismo, me quede pensando como seria trabajar de eso, que podía pasar si te alambraras, te cansas o te pica algo. pero si debo decir que al principio hubo gente que al maestro no le creyó.
EliminarWow, suena interesante. Y me imagino que deberían pagar muy bien por ese trabajo. O sea, si hay personas que se visten de estatuas para que les tires monedas, ¿por qué no de maniquíes? jajajaja
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarLa verdad que yo tampoco lo creería de entrada, pero imposible no me parece.
Es algo que definitivamente no podría hacer, quedarme quieta no es lo mío! jajaja
Saludos
Hola! Al igual que las otras chicas, me resulta difícil de creer en la historia. De todas formas, yo me vería capaz, si pudiese estar sentada con un libro. Solo me movería para cambiar de pagina, luego pasaría horas y horas quieta, casi sin moverme o respirar.
ResponderEliminarBesos!
Hola! La verdad es que sí, suena muy poco creible, jaja.
ResponderEliminarHay estatuas vivientes, así que supongo que un maniquí humano no debería sonar tan raro. Yo no podria quedarme quieta.
Besos!